La digitalización empuja a los retailers argentinos a usar la gestión de datos para sostener márgenes, fidelizar consumidores y optimizar la logística.
La gestión de datos mejora los hábitos de compra, segmentar audiencias, personalizar promociones y anticipar comportamientos.
En un mercado marcado por la inflación, la caída del poder adquisitivo y la aceleración del comercio electrónico, las marcas propias dejaron de ser un recurso marginal para convertirse en una estrategia central del retail argentino.
Frente a márgenes cada vez más estrechos y consumidores hiperconscientes del precio, los supermercados y grandes cadenas comerciales apuestan por desarrollar líneas propias con mejor relación calidad-precio y mayor control de costos. Pero para sostener y escalar ese modelo, el uso inteligente de datos se vuelve indispensable.
La gestión de datos permite entender con precisión los hábitos de compra, segmentar audiencias, personalizar promociones y anticipar comportamientos. Esta capacidad resulta clave a la hora de diseñar una propuesta de valor competitiva para una marca propia, desde la selección de productos hasta la estrategia de comunicación en el punto de venta.
La posibilidad de ofrecer experiencias más ágiles, relevantes y omnicanal también fortalece el vínculo con el consumidor, que espera encontrar en las marcas propias no solo precio, sino también confianza y coherencia.
Cambio cultural
En paralelo, las herramientas analíticas y predictivas ayudan a optimizar la logística: prever la demanda, ajustar inventarios, reducir quiebres de stock y tomar decisiones más rápidas en contextos de alta volatilidad. Esto es especialmente valioso en un país con grandes desafíos geográficos y económicos, donde cada movimiento logístico tiene impacto directo en los márgenes. La eficiencia interna y la capacidad de respuesta se transforman en ventajas competitivas para quienes manejan su portafolio de marcas con agilidad.
Lejos de ser solo una cuestión tecnológica, esta transformación exige un cambio cultural dentro de las organizaciones. Las empresas que más avanzan en este terreno son aquellas que adoptan una mentalidad data-driven, promueven la colaboración entre áreas y colocan al cliente en el centro de la estrategia. En ese camino, las marcas propias aparecen no solo como una respuesta coyuntural, sino como un activo estratégico que, bien gestionado, puede consolidar fidelidad, rentabilidad y diferenciación.